El modelo de agricultura tradicional, necesita un cambio. Los rendimientos disminuyen, pero a la vez es preciso aumentar la producción para abastecer a una población creciente que demanda productos de alta calidad, y al mismo tiempo, preocupada por el medio ambiente. La solución: agricultura de precisión.
Sensores, software de análisis de datos, GPS, satélites, drones, robots y otros instrumentos comienzan a formar parte del campo y a proporcionar información muy detallada y en tiempo real para que los agricultores tomen las mejores decisiones: qué cantidad de pesticidas y fertilizantes tienen que emplear y dónde, si es el momento óptimo para recoger la cosecha o cuándo tienen que regar.
En la apuesta están implicados tanto las grandes compañías privadas relacionadas con el sector como los organismos públicos de investigación más importantes. Un ejemplo son los satélites SMAP de la NASA y el SMOS de la Agencia Espacial Europea, que se encargan de medir la humedad de la superficie de la Tierra con una extraordinaria precisión. Investigadores españoles ayudan a calibrar estos instrumentos, comparando la información que suministran con los datos reales que recogen sobre el terreno. Así, no es descabellado pensar que lo que hoy en día es investigación experimental muy pronto se convierta en información que el agricultor tendrá a su disposición para tomar decisiones sobre el riego.
Aunque en realidad no es necesario acudir a los satélites. La instalación de sensores de humedad ya proporciona información que, con la tecnología actual, los profesionales del campo pueden recibir directamente. “La gran revolución es que el agricultor puede acceder a los datos a través de una aplicación de su móvil”, explica José Abel Bote Paniagua, ingeniero agrónomo y responsable de Agrosmart Solutions, compañía con sede en Extremadura y Castilla y León.
Pequeñas empresas de base tecnológica como la suya tratan de abrirse camino en un sector complicado, en el que cuesta mucho introducir cambios. “Cuando planteas estas novedades a los profesionales, solo ven que hay un gasto. Sin embargo, se rentabiliza rápido y cada vez están más dispuestos a emplear la tecnología”, agrega.
Robots que acaban con las malas hierbas
Aún escasamente utilizados más allá de algunos proyectos de I+D, los robots están llamados a protagonizar una pequeña revolución agrícola. Basados en sistemas de visión artificial, ya existen modelos que son capaces de reconocer las malas hierbas y aplicar la cantidad justa de herbicida para eliminarlas. Del mismo modo, pueden suministrar fertilizantes exclusivamente donde detecten que es necesario. Estos ingenios van provistos de cámaras multiespectrales, que permiten detectar la radiación infrarroja que reflejan las plantas y alertar de cambios que aún no se aprecian en el espectro visible.
El resultado es que la tecnología “reduce los costes, aumenta la producción y reduce la huella de carbono” de la agricultura, ya que las cantidades de insumos pueden verse reducidas notablemente. El guiado de tractores y otra maquinaria agrícola a través de GPS y el software necesario para disponer de la información personalizada ayudan a controlar todos los datos.
También los drones han irrumpido en el sector primario. Las imágenes que proporcionan al sobrevolar un terreno agrícola se pueden utilizar para analizar el ritmo de crecimiento de las plantas y localizar focos de enfermedades que pueden echar a perder una cosecha. Además de recoger esta información visual y otros datos a través de sus sensores, los propios drones se pueden emplear para aplicar pesticidas y fertilizantes y espantar a las aves. En Japón hace años que se incorporaron a los arrozales, mientras que en España han sido los viticultores los primeros en utilizar las naves no tripuladas.
En un futuro próximo, los usos pueden llegar a ser aún más variados y sorprendentes. Ante la crisis que están sufriendo las abejas –mueren a un ritmo alarmante en todo el mundo- algunos proyectos ya plantean la posibilidad de utilizar drones abeja para polinizar flores.
Fuente original: bez